La Región de Murcia, y especialmente Lorca, destaca en la tradición artesanal de los bordados, cuya actividad se desarrolla desde el siglo XVI de forma ininterrumpida en los talleres denominados brasladores. Aunque también se localizan centros de tradición bordadora en ciudades como Cartagena, Mula y Murcia.
Los bordados se muestran en todo su esplendor en las fiestas religiosas y celebraciones populares, donde los mantos de las escenas de Salzillo o los trajes típicos del Bando de la Huerta muestran la calidad de los tejidos bordados en la Región de Murcia.
En los trajes bordados en lana o seda, los motivos suelen ser de animales y flores, y en las telas religiosas o festivas, se centran en escenas, rostros o símbolos de personajes históricos o santos, rodeados de ricas grecas y cardigas en oro y pedrería.
Bordadores en Murcia
Durante el año 1550 comienza el asentamiento en Murcia de los profesionales que llevarán a cabo las obras de bordado consideradas ya auténticamente murcianas, es decir, realizadas dentro de los límites del reino.
Las primeras generaciones de bordadores constituyeron un brillante período en el Bajo Renacimiento, clave en el bordado de Murcia, y protagonizado por artesanos venidos de fuera del reino. Lo mismo ocurre en el segunda época de esplendor, que se produce en el siglo XVIII, con una nueva oleada de maestros llegados a la capital. En ambos casos, procedían prácticamente todos de Andalucía, Castilla y Cataluña.
La ruptura de la tradición hereditaria se produjo por la incorporación de la mujer al arte del bordado, como consecuencia de una Real Orden de Carlos III en 1779, que disponía el empleo de las mujeres en este tipo de labores.
Finalmente el sector fue ocupado mayoritariamente por mujeres, y de ser un exitoso oficio artístico, se convirtió en una labor doméstica o artesanal.
Además, en el siglo XVIII era más rentable dedicarse al comercio de lujo, con productos mayoritariamente importados, lo que también influyó en el declive de esta tradición bordadora.
Moda e Iglesia
Los bordadores asentados en las ciudades de Murcia y Lorca solían instalarse lo más cercanamente posible a la catedral, o a las iglesias céntricas más importantes, así como a los integrantes de su cabildo. Su grado de religiosidad es innegable, y buena muestra de ello es su asociacionismo en las numerosas cofradías y hermandades existentes en los siglos XVI y XVII.
Sus relaciones sociales comenzaron por centrarse en aquellas personas que podían proporcionarles un mayor apoyo, dentro del sector eclesiástico. Pero a partir del siglo XVIII, se acercaron más a comerciantes acomodados y miembros de profesiones liberales, como médicos, escribanos, abogados, etc.
El bordado o los ricos tejidos formaban parte de la moda del siglo XVIII, y a los mismos tenían acceso tanto la aristocracia e Iglesia, como un amplio sector de la población con recursos suficientes como para estar al día con los modos y gustos de la sociedad francesa.
Destacar también el intento frustrado de institucionalizar la enseñanza de este oficio, mediante la Escuela de Bordado de la Real Sociedad Económica de Murcia, que funcionó entre 1796 y 1800.