En La Bastida se han encontrado diversos vestigios que atestiguan la presencia en el poblado de una importante industria textil y de curtido de pieles, además de haber aparecido restos de tejido de lino en el interior de enterramientos, concretamente en la tumba 37 y en una urna descrita por Inchaurrandieta; en ambos casos cubriendo puñales. La mayoría de estas telas se han conservado gracias a las sales de cobre de los objetos que envolvían. Han aparecido numerosas pesas de telar, que acreditan la existencia de telares para la producción textil. Estas pesas eran piezas cilíndricas con un diámetro que podía sobrepasar los 15 centímetros, fabricadas en cerámica y atravesadas por varios agujeros, de una hasta cuatro, siguiendo una tradición procedente del período Calcolítico. En algunos de estos agujeros se han detectado huellas de uso por el desgaste que han producido los hilos sobre la cerámica.
El telar de pesas
Para elaborar una pieza textil se empleaba el telar de pesas, que se manufacturaba en cada casa empleando madera, pesas y cuerda. Los telares eran estructuras verticales con armazón de madera de entre 1,50 a 1,80 metros de altura y con una anchura variable. Estaban sujetos con cuerda en sus extremos generando un cuadrado o rectángulo. El armazón estaría a su vez cruzado por un tablón horizontal a media altura, que ayudaría en el proceso de tejido. Del tronco superior penderían los hilos de la materia prima rematados por las pesas de piedra o cerámica. Para trabajar se apoyaban en una pared próxima a la entrada de la vivienda, puesto que era el lugar más iluminado de la casa.
El proceso de fabricación de los tejidos consistía en sujetar los hilos en la parte superior del telar, colocándolos paralelos y tensados por las citadas pesas de telar. La densidad de hilos permitía generar prendas compactas. Los hilos verticales debían tener una pequeña separación o apertura entre ellos, para que se pudiera introducir el hilo continuo, que los va atravesando perpendicular y alternadamente. Este hilo iría enrollado en un trozo de madera a modo de aguja, aunque no se tiene documentado ningún objeto que pudiera servir como aguja de telar.
Además del lino, que era el principal tejido, se utilizaba también la lana y el esparto, éste último también para la construcción de la estructura de las viviendas y en relación con actividades agrícolas y ganaderas del poblado (espuertas, cestas, capachos). El proceso de obtención de las fibras se hacía en las viviendas o en lugares próximos. En lo referente al curtido de pieles se han hallado escasos testimonios en La Bastida. Las herramientas de trabajo serían algunos raspadores de sílex tallado y espátulas de hueso. Estas últimas están relacionadas con trabajos de elaboración de los vestidos y acabado de cerámica, por lo que, al menos esta labor de manufactura, está presente también en el asentamiento.
El trabajo con esparto
El esparto fue un material utilizado por las sociedades argáricas. Existen varios procesos para la elaboración de fibras de esparto. Uno de ellos consiste en sumergirlo en agua durante aproximadamente un mes, trascurrido este tiempo se lava y se extiende al sol y, a partir de aquí, los manojos de esparto son golpeados con un mazo de madera sobre un molino de piedra con cuidado de no romper sus fibras, posteriormente se rastrilla para eliminar los restos que no son fibras y se dividen los haces en toda su longitud. Con este material se realizaban cuerdas empleadas en la construcción de la estructura de las viviendas y en relación con otras actividades agrícolas y ganaderas, para las que también fabricaban cestas, espuertas y capazos. El proceso de preparación de la fibra se realizaría en cada una de las viviendas, al igual que la manufactura de otros utensilios como los arreos de los caballos, las esparteñas o sandalias y una gran variedad de cestos.