Vista en 3D del exterior del Santuario de Fortuna
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Reconstrucción virtual del Santuario de Fortuna
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  Mundo clásico y Edad Media

  La estima que el ser humano ha tenido por las aguas termales de fuentes naturales es milenaria, desde las aguas termales de la India hasta las más conocidas de la antigua Grecia, civilización ésta que, debido al desarrollo de la medicina, cultivó el aprecio por las propiedades terapéuticas de las aguas minerales de Cos, Pérgamo o Cnido. En el mundo greco-romano, el desarrollo baños de aguas medicinales aportó técnicas de extracción y distribución a lo largo de complejos dedicados a ofrecer distintas modalidades de baño, frío, tibio o caliente, así como disciplinas de terapias de ejercicios y masaje.

  En ocasiones las fuentes naturales podían asociarse a algún rito religioso o mistérico, que intensificaba su valor y el interés por construir instalaciones de hidroterapia. Tras la caída del Imperio Romano las tribus bárbaras, que se desplegaron por Europa, no parecieron mostrar el mismo interés por estos complejos, de ahí que se considere a la Edad Media como un momento oscuro para la evolución de termas y baños, llegando al abandono de muchos de éstos. Los pueblos árabes que invadieron Europa recuperaron la costumbre de establecer baños públicos en las ciudades, y es reseñable el caso del Imperio Bizantino que, no perdiendo las costumbres romanas en el uso de los baños, las dejó en herencia al Imperio Turco, que mantuvo e incluso enfatizó.

  Edad Moderna

  Ni el Renacimiento ni los primeros siglos de la Edad Moderna aportaron algo significativo a la Historia del termalismo. Fue el siglo XIX el que recuperó el valor, no solo de la higiene en el combate de brotes epidémicos frecuentes como el cólera, sino también lo significativo de las propiedades químicas de las aguas minerales aplicadas a diversas terapias.

  Es en el siglo XIX cuando resurge el termalismo. En España, en 1817 se dicta un Reglamento de las aguas y baños minerales de España, establecido por una Real Junta de Medicina, prueba evidente de la enorme relación entre los balnearios de aguas termales y el desarrollo de la ciencia médica. No hay que olvidar la capacidad científica que es capaz de analizar elementos químicos y establecer sus propiedades, así como la implicación directa de equipos médicos en la dirección de los centros termales. Y es en nuestros días cuando el apoyo de las ciencias auxiliares de la Medicina, Química, Farmacia o Fisiología han implementado el uso y disfrute de las aguas termales y su aporte al tratamiento de dolencias y patologías, sin olvidar los recursos técnicos que han mejorado sensiblemente el desarrollo y evolución de los complejos termales y de hidroterapia.