Si atendemos al nombre de la pedanía, La Alquería, de evidentes raíces árabes, podemos suponer que en este núcleo urbano debió haber población desde época islámica, aunque se tratara de un poblamiento disperso, con unos habitantes que se encargaran de las labores y faenas agrícolas de una zona apta, tanto para cultivos como para ganado. Los abundantes restos arqueológicos de época romana, conservados y expuestos en el Museo Jerónimo Molina, evidencian la presencia de los colonos romanos que en Jumilla repartieron tierras a legionarios licenciados por el método de centuriaciones.
La etapa árabe es la generadora de la toponimia de esta villa. Los musulmanes, además de contribuir al mantenimiento de los cultivos, tuvieron también interés por la explotación de yesos y sales de algunos cerros del Triásico, que existen en Jumilla. Tradicionalmente las zonas de cultivos de regadío, aún no siendo muy numerosas, se situaban en las zonas de la pedanía vecina de Fuente del Pino y Jimena.
Teniendo en cuenta que la concentración de vecinos del municipio jumillano se establecía en el Castillo, y que no sería hasta los años comprendidos entre 1430 y 1550 cuando se abandonaría progresivamente el cerro para habitar las zonas llanas, debemos entender que los parajes de La Alquería se irían poblando significativamente a partir de esta época.