La sociedad argárica estaba estructurada de forma piramidal en diferentes grupos sociales. En la cúspide se encontraban unas pocas familias, que ejercían el poder coercitivamente al amparo de la fuerza y de estrictas normas sociales que marcaban directrices de comportamiento y gobernaban al grupo.
El poder hereditario
Es posible que estos grupos alcanzasen el poder a través de contiendas, imponiéndose por la fuerza o tras haber destacado dirigiendo a grupos, lo cierto es que lograban destacar como líderes, subir al poder y perpetuarse en él, convirtiéndose en dinastías en las que la carga genética implicaba la herencia del rango social. Esta circunstancia se evidencia en enterramientos infantiles provistos de ajuar, como es el caso de la tumba 58 de La Bastida de Totana, que puede ser interpretado como signo de prestigio social o pertenencia del difunto infantil a una clase social privilegiada.
El resto de estratos sociales
En un escalón inferior a las minorías gobernantes aparecía una clase de nobles privilegiada, en cuyo seno destacan los guerreros que apoyan a los jefes. A continuación se encuentran las personas libres, dedicadas a las tareas de producción, ya sean agrícolas, ganaderas, metalúrgicas, mineras o cerámicas. Eran los trabajadores especializados. En el lugar más bajo del escalafón social argárico se encuentran los siervos, cuya condición ha sido discutida en los últimos años, puesto que no parece probable que se pueda calificar a la sociedad argárica como servil o esclavista.