Cehegín

  Ya hemos comprobado cómo Begastri fue una ciudad con una dilatada trayectoria en la Historia de nuestra Región. Un asentamiento de este tipo, con una implantación tan profunda en la vida económica y social de un amplio territorio, difícilmente puede convertirse en un despoblado por un hecho puntual, ya sea de carácter bélico (asedios, razzias) o natural (seísmos, sequías, hambrunas, epidemias). Todos esos episodios fueron sufridos en algún momento de la Historia por los begastrenses, se diezmó su población, pero siempre supieron salir adelante.

  En principio, no se puede hablar de una decadencia o abandono en un momento concreto, sino de un lento proceso, una sangría casi inapreciable para una o varias generaciones de sus habitantes. De forma progresiva la ciudad deja de tener la influencia de antaño y ese proceso culmina con la formación de otro núcleo urbano, capaz de atraer a la población y acaparar todas las atribuciones políticas y administrativas que caracterizan la vida urbana.

  La primera fase de decadencia de Begastri, probablemente, acontece bajo el gobierno que había dado lugar a su esplendor. El XV Concilio celebrado en el año 688 sería el último cuyas actas fueron firmadas por un obispo de la diócesis de Begastri, después de ese Concilio ya no se tendrá noticia alguna de obispos begastrenses. Ello marca el punto de inflexión del esplendor hasta entonces disfrutado por los ciudadanos de Begastri. Ese año la ciudad ha dejado de ser sede episcopal, con la consiguiente pérdida de influencia política, económica y religiosa. La pérdida del status de ciudad episcopal se tornó en herida mortal para la economía de la ciudad, desaparece todo el aparato administrativo y eclesiástico que acompaña a la figura del obispo, con lo que ello significa. Su decadencia debió tener un claro reflejo, no sólo en la desintegración y desarticulación de los espacios urbanos, sino también en la desarticulación socioeconómica del territorio circundante.