Antes de la llegada de los musulmanes a la Península Ibérica, todo el Noroeste de la actual Región de Murcia era un territorio escasamente habitado. La población se concentraba en dos ciudades (ciuitas): Begastri (Cabezo de Roenas) y el Cerro de la Almagra, próximo a Mula. Esos núcleos urbanos existían desde época íberorromana y habían constituido el elemento principal de la organización sociopolítica y religiosa de la monarquía visigoda como sedes de obispados o lugares donde se había erigido una basílica cristiana. De igual forma existían otros pequeños asentamientos localizados en el interior y emplazados en cerros altos y amurallados (como La Puerta, en Moratalla o el Cerro de La Fuente, en Archivel) de carácter marcadamente rural y dedicados a una economía ligada al autoconsumo, aunque con ciertos contactos con el exterior.

  La decadencia de Begastri se incrementó a medida que adquiere mayor relevancia el nuevo asentamiento del territorio, Cehegín. El desarrollo del asentamiento andalusí no se entendería de ninguna manera sin una fuerte base socioeconómica, que representa la ciudad hispanovisigoda de Begastri. El trasvase social y económico fue paulatino, pero inexorable. En Begastri existe en época islámica una reordenación urbana y un poblamiento durante los períodos emiral y califal (siglos IX y X). No obstante, a medida que se despuebla surge Cehegín. Ese proceso de trasvase poblacional hacia un nuevo asentamiento islámico cercano parece ser análogo al acontecido entre el Cerro de la Almagra  y el nuevo asentamiento islámico de Mula o entre el Tolmo de Minateda y el núcleo de población asentada a los pies del Castillo de Hellín.

  Los nuevos colonos musulmanes y los habitantes locales islamizados fundaron núcleos urbanos estables en lugares distintos a los hábitats de época romana y visigoda. La organización social y administrativa también cambió sustancialmente, estableciéndose distritos jurisdiccionales, fiscales, agrícolas y ganaderos (iqlim/amal) con base en algún castillo refugio o lugar fortificado (hîsn/husûn), del cual dependían varias alquerías y pequeños caseríos aislados (qarya/qura) que, en ocasiones, también podían disponer de murallas. Los vecinos se agrupaban en comunidades, generalmente, de carácter étnico o tribal, gobernadas por un Consejo y dirigidas por un juez o cadí. Entre las atribuciones de esos Consejos habría que citar la distribución de trabajos comunitarios, tales como la reparación de las acequias, caminos y murallas, la contribución en las tareas de defensa, y la construcción de edificaciones de interés social y lugares de culto, cementerios, aljibes, abrevaderos...

  De las fuentes árabes es posible deducir que la población en la comarca del Noroeste siguió siendo poco numerosa, encontrándose fragmentada en diversos núcleos fortificados, localizados junto a las vías de comunicación y en las inmediaciones de cursos o nacimientos de agua. Nos encontramos ante comunidades dedicadas, mayoritariamente, a la ganadería menor y a la agricultura, que disponían de pequeñas huertas y de terreno en secano, aprovechando asimismo diversos recursos: forestales, mineros, pesqueros y cinegéticos. Cuando la comunidad disponía de excedentes productivos se vendían, con el fin de proveerse de piezas cerámicas o vítreas, objetos de hueso o útiles metálicos, adquiridos en las ciudades o en otros distritos andalusíes.

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