Compañía Pablo López
La vida del murciano Pablo López Martínez habría requerido por lo curiosa una completa monografía, algo que evidentemente no es posible. Tuvo la desgracia de coincidir con el apogeo de personajes como Vico, Calvo, o Mendoza bajo cuya sombra no pudo apreciarse la valía de este emprendedor actor y empresario. Estuvo dedicado al arte escénico desde 1879 hasta 1906, 27 años en los que recorrió sin descanso los coliseos de Mazarrón, Jumilla La Unión, Águilas, Caravaca, Totana, Cieza, Lorca y, por supuesto, Murcia y Cartagena, pero su espíritu aventurero le llevó también a tierras americanas para actuar en México y anduvo en tratos para ir a La Habana. Visitó Oporto, pasó por Almería, Madrid, Valencia, Zaragoza, La Coruña, Alicante, Santander, Salamanca, Bilbao, Cádiz, Sevilla, Granada, Málaga, Gibraltar, Córdoba, Linares, Baeza, Puerto de Santa María, Ciudad Real, Vigo, Las Palmas de Gran Canaria, Albacete, Denia, Villena, Alcoy y Torrevieja. En todas partes estuvo en más de una ocasión, de lo que deducimos una agitadísima vida entregada a la actuación y el espectáculo como si de una cruzada se tratara, que dejaba poco espacio a la vida privada hasta el punto de verse forzado a faltar al entierro de su madre o al nacimiento de sus hijos.
Comenzó tan ardua carrera en 1879 como tenor cómico debutando en Cartagena. Al año siguiente trabajaba integrado en la Compañía Tomás Gómez, pero en 1881 lo hacía con otra, la Compañía Daniel Banquells. Para enero de 1883 ya recibió un homenaje en el Teatro Romea de Murcia, poco antes de partir para México. Hay que decir que en ese momento ya llevaba a sus espaldas importantes éxitos en Valencia o Barcelona y que había estrenado una zarzuela cuyo argumento se basaba en la calle Trapería de Murcia, titulada: 'La Tertulia del Sr. Molina en calzoncillos'.
En enero de 1888 dirigía su propia compañía que llevó a Zaragoza donde cosechó, como en Murcia, todo el favor del público y de éxito en éxito, no hubo ciudad ni teatro que se resistiera a su buen hacer: Madrid, toda Galicia, Andalucía..., en Granada estuvo en 1893 y allí tuvo que repetir hasta once veces la canción 'Coplas de ciego', todo un alarde.
Su hija Estrella siguió sus pasos y con apenas 17 años ya era una avezada tiple que actuaba en 'La Viejecita' en teatros de la categoría del Pizarro, en Valencia.
Su repertorio de zarzuela y ópera fue extenso; muchas de las piezas eran de su paisano el maestro Fernández Caballero, pero también de Bretón, Echegaray, Chapí y otros afamados compositores. Por mencionar algunas de las más demandadas por el empresariado teatral, citaremos: Las dos princesas, Pan y Toros; La maja; El barberillo de Lavapiés; El lucero del alba; Para una modista, un sastre; La tempestad; Los pajes del rey; La mascota; El cercado ajeno; Llamada y tropa; El recluta; El dúo de la africana; La Dolores; El milagro de la Virgen; Frasquito; Las bodas de Luis Alonso; Curro Vargas; La verbena de la paloma; Marina; Gigantes y cabezudos; La leyenda del monje, etc.
En 1895 estaba considerado por la crítica como el mejor tenor y actor cómico de España. Sus recorridos por los pueblos de Murcia lo llevaron a: Caravaca en agosto de 1882 y septiembre de 1895; Totana, en junio de 1885; Mazarrón, en julio de 1889; Jumilla y Cieza en agosto de 1897; y Águilas en julio de 1903. Sin embargo, parece ser que las puestas en escena de mayor eco tuvieron lugar en Mula, en 1897 y 1904.
De aventura personal puede calificarse la experiencia que le llevó a convertirse en empresario del Teatro Romea en 1896 mientras él mismo actuaba en el Teatro Circo. Sin embargo, hay quien asegura que en realidad se trataba de una jugada para desplazar a su rival Antonio Vico del Romea.
Para terminar con esta pequeña semblanza biográfica, queda nombrar a las figuras más representativas del elenco que tantos años trabajó en su compañía: Josefina Soriano, Consuelo Baeza, Concha Fernández, Consuelo Contreras, Francisca Fernani, Casto Gasto, Trino Llorens o el director de orquesta Juan García Catalá, entre otros muchos.