A través de los trabajos arqueológicos en la diputación del Rincón de San Ginés de Cartagena se ha constatado que el ser humano tuvo preferencia por esta zona del Campo de Cartagena desde finales del Paleolítico, como lo muestran los restos hallados en la Cueva de Los Mejillones en los Belones y de Los Dentoles en Calblanque. A través tanto de fragmentos de arpones como de dardos fabricados en hueso y asta de ciervo se ha llegado a conocer mejor los útiles que empleaban sus habitantes hace más de 12.000 años. En el Neolítico se dieron poblados de mayor tamaño e importancia, donde la población trabajaba la cerámica, disponiendo de hachas de piedra y diversos adornos personales como cuentas de collar pulimentadas. De este período se han encontrado hallazgos en la Cueva de los Pájaros, próxima a Cabo de Palos.
Las Amoladeras, un asentamiento eneolítico estacional
Se trata de un poblado eneolítico situado en Cabo de Palos (2.850 a.C.). La proximidad de la costa rocosa del Mediterráneo le proporciona gran cantidad de fauna malacológica y pesca. Por otro lado, la cercanía a una zona de agua dulce, hoy Salinas de Cabo de Palos, convirtieron este área en un lugar idóneo de caza de mamíferos y aves acuáticas.
El asentamiento se emplazó en una plataforma de dunas fósiles próximas al mar. La ausencia de cimientos y el hecho de no hallarse indicios de un cerramiento fortificado indica que Las Amoladeras fue un campamento estacional de larga duración. Parece que este poblado cumplió una doble función: el aprovechamiento de los recursos que ofrece el mar y la caza. La existencia de pequeños molinos para grano indica que una parte de las necesidades alimenticias estaba cubierta por los cereales procedentes de alguna plantación cercana al poblado.
Los restos íberos de Los Nietos
La presencia de la cultura argárica es escasa en el Rincón de San Ginés, al igual que en el resto del municipio de Cartagena. En esta parte del territorio municipal sólo se han encontrado restos que podrían datarse en el período argárico (2.000 a.C.) en la Cala del Pino, en La Manga. Sin embargo, en Los Nietos existe un yacimiento que ha permitido estudiar, con cierta seguridad, las características de un poblado y una necrópolis íbera, aproximadamente del siglo IV a.C., La Loma del Escorial. Este importante asentamiento íbero ocupaba una superficie de 1'5 hectáreas y su origen probablemente se encuentra en la presencia de la Sierra Minera de La Unión-Cartagena y sus valiosos recursos de plata y plomo debieron constituir su principal actividad económica. Este hecho y a la proximidad al mar del asentamiento desvelan el buen funcionamiento del poblado.
En su interior se han encontrado restos de estructuras de metal, que debieron ser muy significativas en su último periodo. Es de destacar la ubicación y características físicas de la fuerza defensiva del poblado: la muralla, formada por grandes baluartes, de unos nueve metros de longitud y al menos dos de anchura, que flanqueaban los accesos al poblado. La necrópolis responde al clásico rito de la incineración y a la fuerte jerarquización social de estas comunidades indígenas, según el nivel de poder y riqueza. En este caso concreto la necrópolis destaca por la notable pobreza de la mayoría de los ajuares hallados en las tumbas.
El período de mayor esplendor del poblado íbero de Los Nietos se produjo en la primera mitad del siglo IV a.C., época de la que proceden las cráteras áticas de figuras rojas, actualmente expuestas en el Museo Arqueológico Municipal de Cartagena. Este asentamiento irá decayendo progresivamente hasta desaparecer a principios del siglo II a.C., como consecuencia del cese de la actividad metalúrgica y del desarrollo del asentamiento establecido en Carthago Nova tras la invasión romana.