El Cabezo del Castellar, factoría de salazones de época romana, se conoce además de a las excavaciones y prospecciones de superficie realizadas a mediados de los 80, por los trabajos subacuáticos llevados a cabo por el Museo Nacional de Arqueología Marítima de Cartagena en el año 1998 que documentó gran cantidad de material cerámico asociado al cerro.
Los materiales encontrados en las excavaciones sobre la superficie del cerro documentaron varias fases de ocupación: ibérica, romana, islámica y moderna, si bien los materiales más abundantes fueron los de época tardoromana, cerámica que apareció asociada a hornos y a estructuras relacionadas con la fabricación de salazones.
Los restos materiales hallados de época fenicia, todos ellos vinculados a cerámicas de almacenamiento, parece indicar que durante está época, el yacimiento de Cerro del Castellar habría funcionado como un pequeño hábitat en el Cabezo del Castellar convertido en una zona de desembarco, intercambio y redistribución hacia el interior de productos importados y relacionado probablemente con el cercano yacimiento de Punta de Gavilanes.
Más tarde, probablemente con los púnicos y con toda seguridad en época romana se convirtió en una factoría de salazones de gran tamaño, a tenor de los materiales encontrados en superficie, pero no la única; los restos hallados en diversas excavaciones en el Puerto de Mazarrón (como los conservados y musealizados en el Edificio Insignia) o los del Mojón prueban la importancia de este producto.