Situado a unos diez kilómetros de Lorca, en la pedanía de Torrealvilla, se encuentra el lugar donde estuvo ubicado uno de los caseríos más grandes y con más rendimiento, durante la posguerra, de toda la región de Murcia.
Se trata de un conjunto de edificios entre los que, además de caserío y dependencias, existía también una ermita. En esa misma zona, sita en el Barranco del Madroño, en la antigüedad existió una villa romana y un acueducto que se estuvo utilizando hasta entrado el siglo XX.
El caserío en sí, junto con su ermita, data de principios del s. XVIII, según la información de algunos documentos. Fue a partir del año 1861 cuando comenzó el desarrollo demográfico en la zona y como consecuencia la construcción de numerosas viviendas en los alrededores del caserío, llegando a un total de 67 habitantes y 21 viviendas en 1930. En esta fecha el caserío pertenecía a tres propietarios.
El momento de decadencia y abandono se va produciendo a partir de la década de los cincuenta, siendo durante la década de los setenta el pleno abandono. La destrucción total del caserío ocurrió en el año 1992.
Por la documentación fotográfica que se conserva podemos afirmar que el caserío, constaba de tres plantas, las dos primeras eran de igual altura, presentando la segunda, las mismas tres aberturas rectangulares al exterior, con la diferencia de que estas tenían balcones. La tercera planta tenía tres ventanucos al exterior y una altura descendente. El edificio se completa con una pequeña torre, típica de las construcciones rurales. La cubierta de esta arquitectura es a dos aguas, de teja árabe, siendo de cuatro en la pequeña torre.
Adosado al edificio principal, se levantaban tres estructuras, que eran viviendas de jornaleros, mientras que la casa principal era habitada por el capataz de la finca. La construcción de todo el caserío se realizó en mampostería con encalado.
Hay que destacar, una de las habitaciones de la primera planta, de la casa principal, que estaba decorada con pinturas costumbristas, de autor desconocido, que representaban trabajos agrícolas. Estas pinturas constituyen una importante fuente de documentación etnográfica, mostrando la vestimenta y los útiles que se usaban en aquel tiempo.
Aparte de este caserío, a lo largo de toda la zona que pertenecía a él, se fueron realizando construcciones, cuyas características generales eran, estructuras de planta rectangular de dos alturas, cubierta a dos aguas de teja árabe y realizadas en mampostería con un encalado final. La multiplicación de estas construcciones se debió, además de las causas demográficas, a asegurar los límites del terreno y para poder sacar el máximo rendimiento a la zona.
Actualmente este conjunto de edificios se encuentra muy deteriorado, ya no quedan restos del caserío, destruido en 1992. El resto de los edificios apenas son habitables y la ermita está prácticamente destruida.