Las murallas de la ciudad de Lorca se fueron configurando a lo largo del tiempo desde la dominación islámica hasta la caída del Reino Nazarí de Granada.
Con la expulsión de los últimos musulmanes de la Península las murallas dejaron de tener sentido, ya que desapareció el peligro para cuya defensa habían sido construidas por lo que paulatinamente fueron abandonadas y reaprovechadas en las nuevas construcciones civiles de la ciudad.
La muralla fue, por tanto, el elemento configurador de la madina lorquina incluso después de que en el siglo XVI la ciudad se expanda más allá de la cerca quedando su trazado dentro de la fisionomía de la ciudad.
La ciudad cuenta con dos recintos amurallados: el primero que sería la Muralla del Castillo, el recinto superior, que protegería la fortaleza o alcazaba y, por otra parte, la muralla que acogería primero a la medina, en época islámica y, posteriormente a la ciudad cristiana, hasta que, finalmente, la ciudad se desbordó y empezó a crecer por fuera de la muralla.