Son diversas las culturas que, desde la noche de los tiempos, se asentaron en este lugar, que aún sigue manteniendo el carácter místico y religioso que siempre tuvo, como lo demuestra el establecimiento en las cercanías de la fortaleza del eremitorio de La Luz y el Santuario de la Virgen de la Fuensanta.
Pero el castillo responde a un modelo bien definido. Por su estructura y emplazamiento se trata de un hisn o recinto fortificado islámico que controlaba un amplio espacio territorial que, sin duda, se extendía por las faldas de la Cresta del Gallo y buena parte de la Huerta de Murcia.
Manzano Martínez, en su estudio sobre esta fortaleza, estableció una cronología según los materiales analizados que constataba la ocupación del castillo durante las más tempranas fechas de presencia islámica en la península, ya en época emiral (siglos VIII-IX). Este arqueólogo apuntó una interesante hipótesis sobre Verdolay, en el que refería una considerable importancia de este lugar durante el emirato.
Con la fundación de Murcia, el lugar iría progresivamente despoblándose a favor de la nueva ciudad. Y esto llevaría a la construcción de un recinto fortificado de menor envergadura y la destrucción de los recintos inferiores.
Con la incorporación del reino de Murcia a la Corona de Castilla, en 1243, y sobre todo tras la gran despoblación que se produjo en el territorio a finales del siglo XIII, la fortaleza sería abandonada, respondiendo así a las necesidades de racionalización de los esfuerzos defensivos frente a los poderes externos potencialmente agresivos, como el reino musulmán de Granada, la Corona de Aragón, o los ataques provenientes del mar.