Según el estudio que realizó Manzano Martínez, en la fortaleza de Verdolay se pueden considerar dos recintos diferenciados y complementarios entre sí.
El recinto superior corresponde al último bastión defensivo del castillo y es, por tanto, el más fuertemente defendido. Está enclavado, lógicamente, en lo más alto del cerro y su planta se adapta a esta cima, por lo que presenta ciertas irregularidades, pudiéndose describir como de traza romboidal y torreada, atesorando el baluarte además un torreón tetragonal en la fachada suroccidental. La obra fue construida con tapial de argamasa que tiene una altura entre los mechinales de unos 0,90 cm.
Sobre la roca del monte se levantó un potente zócalo de cimentación para sostener los muros y las torres que culminan, donde se conservan, en un paso de ronda perfectamente distinguible en el interior de este espacio, en el que también existe un gran pozo, hoy cegado, y algunas estructuras que podrían corresponder al hábitat existente dentro de la fortaleza.
El recinto inferior abraza al anterior con una planta poligonal que el arqueólogo citado subdividió en dos áreas diferenciadas: una muralla torreada que defiende al recinto superior con el clásico sistema de muro y torre, y una aparente ampliación existente al norte, que, no obstante, se podría identificar con un aterrazamiento destinado a ampliar el asentamiento del lugar.
Todo este conjunto se encuentra muy deteriorado e incluso, en algunos tramos, desaparecido. Destaca en su interior un aljibe adosado a la muralla que también fue construido en tapial de argamasa, con planta rectangular y bóveda de sillarejo.