Hace algunos años, el mencionado arqueólogo Manzano Martínez planteó una interesante hipótesis de poblamiento en la Vega Baja del Segura durante los primeros doscientos años de ocupación islámica; es decir, antes de la fundación de la ciudad de Murcia. Así estableció la existencia de dos núcleos fortificados a uno y otro lado del valle, uno al norte en Monteagudo y otro al sur en Verdolay. No obstante, la creación Murcia difuminaría esta delimitación, convirtiendo al castillo de Monteagudo en una fortificación ligada a las defensas urbanas de la nueva ciudad.
La inclusión de Orihuela en la taifa de Denia convirtió hacia la primera mitad del siglo XI a Monteagudo en la vanguardia fortificada del reino musulmán de Murcia en su frontera noreste. Ya el poeta Hazim al-Qartayanni, en su Qasida maqsura, escrita a comienzos del siglo XII, canta la verticalidad de la fortaleza contrastando con la gran planicie de la Vega del Segura.
La importancia que cobró la taifa murciana durante el periodo mardanisí, a mediados del siglo XII, fue paralela a la de esta fortificación, que era sin duda el castillo más impresionante en el área murciana cuando el reino de Murcia fue incorporado a la Corona de Castilla en 1243. Por tanto, Alfonso X el Sabio haría de él su residencia durante sus estancias en la ciudad, tal y como refleja la documentación bajomedieval. Las labores intelectuales del monarca han llevado a algunos autores a destacar la importancia cultural de Monteagudo durante estos años.
El castillo, el cercano Castillejo y la también próxima fortaleza de Larache constituyeron la concesión más importante de los repartimientos efectuados en la huerta de Murcia durante la segunda mitad del siglo XIII. Todos ellos fueron entregados por el rey Sabio como donadío a su esposa doña Violante, y así pasaría también a doña María de Molina.
A comienzos del siglo siguiente, tras el conflicto entre Castilla y Aragón, el valle del Vinalopó y parte de la Vega Baja del Segura quedaron incorporados al reino de Valencia, y por lo tanto el castillo de Monteagudo se convirtió en el puntal defensivo del reino castellano de Murcia frente a la futura Gobernación de Orihuela. Protagonista de diversos hechos de armas durante la Baja Edad Media, la fortaleza aún conservaba su importancia militar durante del siglo XVI, cuando es citada en las Relaciones de Felipe II. No obstante su relevancia estratégica había perdido interés conforme se diluían las actividades bélicas fronterizas entre el reino de Murcia y el de Valencia.