Historia de la Construcción
El convento de San Ginés de la Jara puede tener sus orígenes en el siglo XIII y fue ocupado por los agustinos. Parece ser que durante la Baja Edad Media estaba compuesto por una pequeña ermita adosada o embutida en una sólida construcción a modo de torre fuerte, que servía de habitáculo y refugio a religiosos, ermitaños y, probablemente, a las rondas a caballo que, desde la ciudad de Cartagena, acudían cuando se daba aviso de la llegada de barcos berberiscos.
A finales del siglo XV se ubica en este lugar el patronato del Marquesado de los Vélez (conseguido por Juan Chacón en 1491) y este hecho, junto con el advenimiento de los franciscanos, propiciaron un florecimiento del enclave, pero con el mantenimiento de las edificaciones existentes hasta ese momento y las reparaciones y adecuaciones lógicas para permitir la habitabilidad de los ocho religiosos de comunidad, así como la acogida de romeros y peregrinos que acudían a venerar al santo.
Hacia finales del siglo XVI Diego de Arce, Ministro Provincial de los franciscanos de Murcia , emprendió la reforma que dotó al convento de la identidad arquitectónica que, a pesar de sus derruidos muros, presenta en la actualidad y que fue descrita por el licenciado Francisco Cascales en sus Discursos Históricos. Esta renovación constó de un templo, oratorios o pequeñas capillas situadas en el huerto y dedicadas a los misterios del Rosario y nueve ermitas cuyas advocaciones hacían referencia a santos ermitas y penitentes. El templo debió de estar acabado hacia finales de 1611 o comienzos de 1612. En la década de 1670-1679 el claustro adquirió su forma definitiva y, en parte, es la que ha llegado a nuestros días. La construcción del claustro fue paulatina y se efectuó sobre el patio del conjunto conventual al completarse con corredores altos y bajos sus cuatro lados y, posteriormente, la adición de las bóvedas en la parte inferior. En esta época se producen las modificaciones definitivas en el templo, como la construcción de falsas bóvedas de yesería y su ornamentación definitiva, como la ubicación de la Virgen del Milagro en uno de los altares laterales (1669).
De las décadas finales del siglo XVII data también la construcción de las nuevas dependencias conventuales (refectorio y celdas) que se ubicaron en el ala este del claustro y que permitieron que la comunidad religiosa abandonase, al menos parcialmente, la vieja torre y que, probablemente, se conservara como refugio en momentos de peligro.
La capilla de San Antonio debió de construirse en la última década del siglo XVII y adosada a ella se construyó con posterioridad un baptisterio (alrededor de 1730) que es contemporáneo de la torre del campanario (se encuentra en la misma línea de edificación). Esta nueva elevación ocupó lo que constituyó un trozo de la antigua torre fuerte.
Reformas efectuadas en su Historia
Tras la exclaustración de los franciscanos en 1835, en función del proceso de desamortización promovido por los liberales, y la posterior venta del convento en 1841, se dio paso a una reforma arquitectónica del conjunto para adecuar parte del claustro y las viviendas anejas a vivienda particular.
No hay constancia de la fecha en la que se comenzó la remodelación de los interiores y la única referencia es la reforma emprendida en 1934 por el entonces propietario del convento, Manuel Burguete, que no tuvo en cuenta el valor artístico que se destruía (capilla de la Gloria) ni se preocupó por no alterar de modo irremediable la estructura del conjunto conventual.
Estas reformas consistieron en transformar la capilla de la Gloria, la galería superior del lado oeste del claustro y las celdas monacales en terrazas deambulables, así como la desaparición de las casas bajas adosadas a la parte trasera del lado sur para dar paso a parte de la nueva vivienda y el zaguán que comunicaba con el claustro y con la galería superior. Utilizándose azulejos de tipo andaluz en accesos, claustro y parte de la vivienda y adición de celosías con forma de arcos de herradura a los vanos de las galerías altas del claustro, pintando en las caras exteriores de los arcos dovelas simuladas de color azul y rojo de manera alternante.
El conjunto arquitectónico de San Ginés no sufrió más reformas y su actual estado ruinoso se debe a la mala calidad de los materiales y de las técnicas de construcción empleadas, tanto en su origen como en las reformas efectuadas en este siglo.
La Consejería de Cultura y Educación llevó a cabo una serie de actuaciones de emergencia tendentes a la salvaguarda del monumento y de acondicionamiento de los exteriores, iniciándose las obras en el año 1995.
Personas más destacadas
Como personajes más destacados relacionados con este enclave monástico podemos citar los siguientes:
San Ginés de la Jara. La leyenda dice que el santo venerado en este lugar es San Ginés de Arlés, que vino a España desde Francia en el año 800, después de salvarse milagrosamente de un naufragio, hasta que por último fue arrojado a las playas próximas a Cabo de Palos. El culto a San Ginés adquirió gran difusión al reconocérsele ser gran milagrero, sobre todo en Cartagena y su campo de donde es patrón desde 1677.
Diego de Arce. Ministro Provincial de los Franciscanos de Murcia, reformador del convento, hacia finales del siglo XVI. Nacido en Madrid en 1553, muere en Italia en 1616. Permaneció en Murcia entre el último tercio del siglo XVI y primeras décadas del siguiente. Tras estudiar en Alcalá, durante algunos años enseñó Filosofía y Teología en conventos de Murcia y Cartagena. Más tarde fue elegido como confesor del Duque de Lemos, y acompañando a éste al Reino de Nápoles, por aquella época bajo administración hispánica, ocupó allá el obispado de Cassano.
Familia Starico y Ruiz. Primera familia particular a la que perteneció el Monasterio tras la Desamortización de Mendizábal, cuya lápida, actualmente se encuentra situada fuera de su emplazamiento original.