Este edificio consta de semisótano, entresuelo, dos pisos y ático. Con dos fachadas que dan, por un lado, a la histórica Plaza de la Merced y, por otro, a la no menos histórica Calle San Diego. Nos encontramos con una de las fachadas achaflanadas más destacadas de Cartagena, distinguida de manera especial por una cúpula decorada con escamas de cerámica vidriada de color dorado y una decoración típicamente modernista que la entronca con el estilismo de la escuela catalana del momento.
En su división exterior el Palacio de Aguirre contiene una original disposición, la jerarquía de sus pisos no se divide en líneas horizontales, ya que en el primer piso, que consta de un gran balcón corrido con baranda de piedra, las cornisas de sus ventanales están unidas por la piedra labrada de sus arcos a las discretas balconadas de fundición del piso superior. De esta manera el ladrillo rojizo de la fachada y la piedra blanca labrada toman el protagonismo, recreando con sus tonalidades la distribución de plantas del edificio, sin olvidar el original añadido de las cerámicas de colores.
Si al exterior el edificio muestra unos rasgos modernistas, el interior es una muestra muy rica de los detalles de construcción y estilísticos del momento. Viguetas de acero, ladrillo, cristales grabados al ácido y maderas nobles, así como los innovadores excusados Dulton, son algunos de estos detalles.
La escalera del vestíbulo da paso, a través de unas puertas acristaladas, a un patio interior iluminado desde el techo, con lucernario y presidido por una escalera de mármol. Esta escalera, con dos elegantes columnas en el comienzo de su subida, está decorada, en su baranda de hierro, con sencillos motivos florales.
Y aún esperan más detalles en el interior del edificio: la gran escalera imperial, de planta ovalada, el salón principal con una pintura mural que representa la primavera, firmada por Cecilio Plá, los estucos decorados de las estancias con sobredorados en oro fino, el despacho de planta rectangular con zócalo y techo de madera de nogal, y una pequeña capilla neogótica en la que destacan dos vidrieras tras el altar, representando a María Virgen y a San Juan, fabricadas por el artesano Dragant de Bordeaux.