Esta construcción fue la edificacicón militar del siglo XVIII que más caracterizó el trazado urbano de ciudad de Cartagena y la vida de sus habitantes.
Si bien los primeros proyectos se deben al ingeniero militar Pedro Martín Zermeño, sería otro facultativo, Mateo Vodopich, el que realizó los planos definitivos y dirigió las obras. Su planta se adaptó básicamente al circuito urbano de la época, recogiendo en su interior las cinco colinas y el importante barrio de San Roque, hasta entonces extramuros. La muralla partía desde el extremo suroriental de la dársena del Arsenal, para discurrir por toda la fachada marítima de la ciudad. Al llegar al enorme edificio del Hospital de Marina, diseñado años antes por el ingeniero Sebastián Feringán, el trazado de la fortificación giraba hacia el norte, en dirección a los cerros de Despeñaperros y San José, donde entre ellos se abrió una de las puertas monumentales de la ciudad. En esta última elevación tomaba dirección oeste, formando el frente del Almarjal, circulando bajo las estribaciones rocosas de Montesacro y la Serreta, para recoger en su interior otro gran edificio militar de la plaza: el Real Parque-Maestranza de Artillería. En el barrio de San Roque (o del Carmen) se abrían otras puertas de la ciudad, las de Madrid. Después el amurallamiento tomaba dirección suroeste, fortificando así el Arsenal tras la rambla de Benipila. Tras esto, la muralla comenzaba el ascenso por el monte de Galeras hasta quedar unida al fuerte allí situado, no sin antes formar tres grandes baluartes o caballeros que defendían la plaza de las acometidas procedentes de las Algamecas.
Básicamente, toda la construcción respondía a un modelo homogéneo, que se puede inscribir en la Escuela Española de Fortificación Abaluartada. En líneas generales, la obra presenta un alzado taluzado construido con sillares de piedra trabados con argamasa de cal. Los paramentos acaban formando un cordón semicircular que recorre toda la muralla, sobre el que se sitúan los merlones o la barbeta que protegía a los sirvientes de las piezas de artillería. Éstos, dependiendo del lugar, podían estar rematados de ladrillo o bien ser de mampostería de piedra. Toda esta estructura lo que hacía era sostener la masa de tierra apisonada que quedaba en su interior, formando un muro eficaz contra la artillería enemiga. Con determinados intervalos el amurallamento quedó flanqueado por una veintena de baluartes.