Situado en plena comarca de la Vega Media del Río Segura, en la margen izquierda del río, se localiza Lorquí, municipio delimitado por los pueblos de Archena, Molina de Segura, Alguazas y Ceutí.
Desde aquí, en la carretera dirección a Archena, y a muy pocos kilómetros de la capital municipal, se halla la pedanía de la Anchosa. En su interior, ubicada entre extensos campos de cultivo, encontramos una antigua casa rural, la Casa Picolo. Se trata de una finca con un total de dos mil cien metros cuadrados, de los cuales novecientos metros están ocupados por la casa.
Desde su origen hasta la actualidad el caserío ha constado de tres bloques, uno para vivienda, un segundo en el que se ubicaba la almazara, y al fondo un tercero en el que se instalaban los establos y estancias relacionadas con las tareas tanto agrícolas como ganaderas hasta conformar un total de unas doscientas habitaciones.
Circunscrita en un edificio de planta rectangular con dos alturas, que conserva una fachada rústica enlucida en cal y arena, La primera zona con la que nos topamos al entrar era la dedicada a la vivienda.
En la planta baja se situaba la pequeña puerta de acceso mientras que en la parte superior sólo aparecen ventanas, en madera y con artística rejería, elementos que también podemos apreciar en los laterales.
Los tres cuerpos están cubiertos con tejado a dos aguas y teja de cañón.
Separando esta zona de vivienda del siguiente bloque, el dedicado a almazara, se sitúa un primer patio, de planta también rectangular, y que contaba con una gran puerta que daba acceso al exterior, hoy transformada en otra más pequeña, para albergar un palomar.
Según nos cuenta el dueño, la piedra de la almazara era movida por un burro. Hoy de aquel mecanismo no se conserva nada.
Al fondo nos encontramos el tercer patio destinado a establos, concretamente a la cría de borregos, construcción que hoy también se encuentra muy transformada.
No podemos concretar una fecha para la edificación del caserío, pero tenemos la certeza de que tiene más de un siglo de historia, pues nos cuenta su actual propietario que la adquirió hace treinta y tres años y que hacia el año 1890 ya estaba la finca en pleno rendimiento.
Todas las estancias del caserío están en desuso, lo único que se sigue utilizando, son ambos patios, que como hemos dicho, se han transformados en palomares, encontrándose el caserío, en general, en estado lamentable.