Como toda obra modernista, como toda arquitectura del siglo XX que intenta innovar en sus estructuras y estética, este edificio del antiguo Mercado de La Unión, utiliza referencias formales que toma prestadas a la arquitectura clásica.
Sí atendemos a la disposición de sus líneas principales nos encontramos con dos fachadas principales,-aunque la que da a la plaza y posee el reloj en su cornisa debería considerarse el acceso jerárquicamente más destacado.- Estas dos fachadas, que se dan la espalda, parten, como prolongación, de una cúpula de planta octogonal, y a derecha e izquierda de estas fachadas, y surgiendo también de la cúpula, se prolongan dos brazos a modo de dos naves de planta rectangular. Estos brazos están escalonados y se cubren en su tejado con una sola vertiente los dos primeros pisos, y a dos aguas en el último.
Esta curiosa disposición de volúmenes tiene claras referencias en las estructuras basilicales góticas o románicas, sí situáramos la cúpula en uno de los extremos de los brazos y una de las fachadas como portada del extremo opuesto, habríamos convertido este mercado en una más que posible iglesia basilical.
Esta original disposición, que imagina la reconversión de ideas tan clásicas, da como resultado un espacio vastísimo, que no olvida la funcionalidad que se le requiere como mercado de abastos. La primera planta de estos brazos estaba porticada, dedicada a la disposición de comercios, tiendas que se verían también distribuidas en el interior, un espacio de una sola planta, sobradamente iluminado por las vidrieras de los sucesivos pisos y la cúpula.
La fachada principal del reloj, que está coronada con un cupulín con campana, tiene una puerta de acceso a la que se llega a través de unas escaleras, desnivel que la configuración del terreno salva en la fachada posterior, que sólo tiene una pequeña rampa. Esta fachada principal se ornamenta con unas ventanas que, inspiradas por las románicas y góticas geminadas, pero de líneas rectas y modernas, se disponen tanto en los lados menores cómo en el principal de acceso. También destaca el balconcillo que decora las cornisas.
Otro elemento ornamental a destacar son los pináculos que se distribuyen a lo largo de los cornisamientos, redondos, apuntados o con forma de flor de lis, detalles estos típicos de la arquitectura modernista.
Mención a parte debemos hacer de la utilización del vidrio, no sólo como elemento funcional, sino también como ornamento, gracias a las estructuras de hierro que ya en la arquitectura decimonónica europea se utilizaban y que se convertirían pronto en sinónimo de estética modernista.
El interior diáfano del mercado nos enseña la estructura metálica que soporta las grandes vidrieras, unas finas columnas se distribuyen en puntos clave soportando los soportes de hierro que distribuyen el peso de los ventanales. Sólo hay fábrica de mampostería en las crujías o muros principales.
Actualmente este interior está preparado para adecuar la sonoridad del edificio al Festival de Cante, de ahí que veamos distribuidos en su altura paneles y elementos que regulen y mejoren la acústica y que, curiosamente, se adaptan a la estética original del edificio.