Resulta muy compleja la descripción de una serie de elementos arquitectónicos que una vez hubieron de existir y hoy han desaparecido por completo o se encuentran ocultos bajo la trama urbana de la población. Esto ocurre con el Castillo de Librilla.
Vestigios arquitectónicos
Actualmente, sólo la configuración de la zona más elevada de Librilla, un torreón de planta cuadrangular situado al suroeste de la villa colgado sobre la rambla del Orón, y el topónimo de la plaza de la Muralla o el de la Cava, nos recuerda la existencia, una vez, del castillo. La torre mencionada parece que una vez estuvo destinada a proteger el acceso al puente que salvaba la rambla y conectaba a la población con el otro sector.
Adaptación al entorno
A grandes rasgos, la fortaleza hubo de adaptarse al lugar elegido para su construcción, que ayudaba, en mucho, a convertir al enclave en un recinto inexpugnable. La combinación de muros y torres, por lo general de planta cuadrada, daba como resultado un sistema de cremallera cuyos elementos se protegían a sí mismos.
Otros elementos
Las torres, además de contribuir al sostenimiento arquitectónico de los lienzos, los defendían de un ataque frontal, y defendían también a las torres flanqueantes. En el lienzo del muro, protegido entre dos torres, o en el interior de una, se situaban las puertas, que eran los elementos más débiles de la fortificación y, por lo tanto, donde se desplegaban una serie de elementos destinados a su mejor protección, fruto de la tecnología de la época. Todo ello daba como resultado un sistema de protección muy eficaz.