Una temprana fortificación
Sánchez Pravía ya escribió que Aledo es citado en las fuentes islámicas como hisn durante las crónicas que relatan la expedición que el emir Abd Allah efectuó en el año 896 contra los rebeldes sublevados en la cora de Tudmid dirigidos por el muladí Daysam b. Ishaq. Se deduce, por tanto, que en aquellos momentos la actual villa se encontraba ya fortificada y era un referente estratégico para el control del territorio.
Escenario de episodios históricos
No obstante, el castillo de Aledo es más conocido por la conquista efectuada por las tropas castellanas al mando del noble García Jiménez en 1086, quien consiguió arrebatarles tan preciado castillo a los musulmanes, cuya pérdida tuvo eco en todo el mundo islámico. Desde aquí los cristianos efectuaron durante años una serie de diversas y audaces operaciones de castigo y hostigamiento sobre todo el sureste peninsular, dominando por completo el valle del Guadalentín y controlando perfectamente las vías de comunicación que conectan el sureste peninsular con la Meseta, o lo que es lo mismo, el litoral mediterráneo con el interior hispánico. Fue un excelente ejemplo de cómo una fortaleza es, principalmente, un medio bélico ofensivo, y no únicamente un lugar de refugio. La inexpugnabilidad de Aledo quedó demostrada con el asedio que las tropas islámicas comienzaron en 1088, que no consiguió expulsar a los castellanos hasta 1092, y gracias al empuje de las tropas almorávides. Fue en aquella fecha cuando una fulgurante y exitosa cabalgada castellana, al mando de Alfonso VI, consiguió rescatar a los supervivientes del sitio.
Vanguardia y símbolo de poder
Con el Pacto de Alcaráz, entre Castilla y el rey islámico de Murcia --firmado en 1243--, el castillo de Aledo fue de nuevo ocupado por tropas cristianas como parte del acuerdo. En 1257, Alfonso X el Sabio entregaba la villa a la Orden de Santiago, convirtiéndose en la cabeza de la encomienda que los caballeros de Uclés fundaron sobre el territorio. La consolidación del reino de Murcia como un espacio fronterizo, con campos despoblados y poblaciones concentradas en ciertos puntos, dieron a Aledo un importante papel como enclave defensivo sobre la gran banda territorial que separaba Castilla con el emirato de Granada. Fue entonces, entre los siglos XIII y XIV, cuando se construyó la impresionante torre del homenaje, que, además de ser un elemento defensivo de primer orden, transmite esa idea de poder sobre la villa y campos circundantes, tan específico de este tipo de torreones, enclavados donde el enemigo lo observa frecuentemente.