Debemos entender este tipo de construcciones no sólo como un valor artístico, sino también como un valor histórico. Las fuentes siempre han tenido su origen en la necesidad de dotar a las ciudades de puntos de aprovisionamiento de agua para personas o animales en épocas en las que no existían medios o estructuras de ingeniería capaces de lograr la distribución de este elemento vital a los habitantes de una urbe.
A través de manantiales naturales o haciendo canalizaciones desde los ríos próximos, se conseguía hacer llegar el agua a las ciudades. En el caso de esta fuente de Totana sabemos que su Concejo, en el año 1750 acordó ¿Conducir el agua de la fuente de la Carrasca hasta la plaza de la villa¿.
Fue en la segunda mitad del siglo XVI cuando la ciudad de Totana vió reformado su trazado urbano, y de esta época es la creación de la Plaza de la Constitución (denominación con la que se conoce actualmente) . Lógicamente a la hora de ubicar, años después, la fuente que nos ocupa, el emplazamiento más lógico era esta plaza, lugar de paso y encuentro de los ciudadanos de Totana.
El diseño de esta fuente fue encargado a Juan de Uzeta, escultor granadino, afincado en Lorca, de amplia trayectoria artística. El escultor siguió las trazas de un artista local, Silvestre Martínez. Desde el año 1751 hasta el 1753 se llevó a cabo esta fuente que hacía llegar al núcleo urbano el agua de los manantiales de la cercana sierra de Espuña.
Durante muchos años, junto a la fuente hubo un lavadero, que hoy día ya no existe. Sólo nos queda admirar este conjunto casi escultórico, que aunque ya no proporciona agua potable, queda como uno de los poquísimos ejemplos de fuente barroca en la Región de Murcia.