Orígenes inciertos
Son prácticamente nulas las noticias históricas existentes sobre esta peculiar fortificación. Esto induce que el planteamiento de la datación precisa del monumento sea aventurar unas conclusiones que en el mejor de los casos tendrían el rango de meras hipótesis. No obstante, las estructuras conservadas son claramente medievales, quizá del siglo XII o del XIII, sin que se pueda apuntar, a falta de un análisis más exhaustivo, si son islámicas o cristianas, pues la construcción en tapial no fue una tipología ni mucho menos privativa de los musulmanes murcianos.
Misiones de la fortificación
En cambio, su función sí parece clara. La fortaleza ejerce un control inmediato sobre una importante vía de comunicación: el antiguo camino a Granada. Por su estratégica situación, el detentador del edificio podía controlar perfectamente el acceso, aunque la poca entidad de la construcción tampoco le permitiría resistir un sitio en regla. No obstante, una de las finalidades de los castillos es la de minimizar la cantidad de personal que allí sirviese: su construcción era, por lo general, tan costosa para sus promotores, que éstos hacían todo lo posible por economizar soldados y lo cierto es que, desde la Cueva del Rey Moro, cuatro o cinco soldados, bien armados, decididos y con voluntad, podrían causar problemas a la normal marcha de un ejército.
A pesar de esta posibilidad, que no es excluyente de cualquier otra, es muy posible que la función cotidiana de la fortificación fuera la de la fiscalización de gentes y mercancías. Es decir, que es muy probable que estemos ante un portazgo. O lo que es lo mismo, el lugar donde se cobraban los impuestos o aranceles sobre diferentes mercancías al pasar de un lugar a otro. Por ello, sería conveniente relacionar este edificio con otros similares y con dicha función recaudatoria, que además estuvieron ligados a la Orden de Santiago, como el Puerto de la Losilla, controlado por los comendadores de Ricote y estudiado por el profesor Torres Fontes en 1982.
Su nombre actual se lo debe, al parecer, a una antigua leyenda local, la cual cuenta que en esta fortificación, siempre rodeada de un idílico paraje, vivió un rey musulmán junto a su favorita para alejarse de la corte de Caravaca.