La construcción de esta obra fortificada se adaptó perfectamente a las necesidades que presentaba la defensa y al lugar donde se levantó.
A unos quince metros de altura sobre el río, y en uno de los estrechamientos que presenta el valle, se cerró con un muro una de las cuevas o abrigos formados naturalmente por la erosión del agua sobre la roca.
Este muro, que no llegará a los diez metros de altura, se construyó con un excelente tapial de argamasa que ha permitido su relativa buena conservación en nuestros días. Son apreciables los mechinales que dejaron las maderas utilizadas durante su construcción, cuyo estudio podría revelar el origen de sus alarifes.
Mientras, la parte superior fue coronada por almenas, cuya función era la de proteger a los defensores de las armas arrojadizas de los atacantes, a la vez que permitían a aquellos el lanzamiento de flechas u otros proyectiles a los enemigos.
Los alzados presentan saeteras en su parte superior, lo que podría revelar que su interior fue rellenado con tierra hasta macizar, aproximadamente, el tercio inferior. Esto permitiría que el espacio interno se articulase con una habitación en la que se abrían las aspilleras y, quizá, la puerta. Ésta estaría cubierta con un techo quizás de madera, que permitiría la circulación superior, formando un breve paso de ronda junto a las almenas.