Los restos de la fortificación del Castellar son hoy extraordinariamente escasos y su mal estado de conservación complica aún más la lectura de las estructuras que una vez lo compusieron.
Las ruinas más características son los arranques de los muros que una vez sostuvieron una torre cuadrangular, que parece estar unida a una línea murada que corre por el perímetro superior del cerro, perceptible en la vertiente sur. Dicha muralla continuaría en sentido suroeste hasta enlazar con otra posible torre que enlaza con otra línea de muralla hacia el oeste. Según la Carta arqueológica de Bullas, dirigida por Martínez Sánchez y García Blánquez en 1993, también se detectaron una serie de estructuras de habitación, localizadas en la zona alta de la vertiente suroeste y oeste del cerro.
Los restos de la fortificación permiten observar que parte de ella se levantó usando una mampostería de piedra irregular trabada con un mortero muy grueso, mientras que otras zonas se construyeron mediante encofrados de tapial de argamasa.