Foco de revueltas en época musulmana
Las primeras noticias relevantes de la fortificación de Ricote han de remontarse al siglo IX. Precisamente, el cronista andalusí Ibn Hayyan relata el sitio que las tropas cordobesas pusieron a los sublevados murcianos que allí resistieron al poder emiral. Cuando las tropas del emir Abdalá habían conseguido acceder al segundo recinto y saqueaban los ganados y otros bienes almacenados en el albacar, los resistentes ricoteños efectuaron un contraataque desde el último recinto defensivo, que ocasionó una sonora derrota de las tropas omeyas.
Posteriormente, el castillo había de protagonizar otra segunda revuelta, esta vez contra los almohades, durante la rebelión encabezada por el rey musulmán de Murcia Ibn Hud, a comienzos del siglo XIII. Las fuentes indican que el levantamiento contra los invasores norteafricanos se inició en la fortaleza, que los textos árabes denominan al-Sujur o al-Sujayrat (literalmente: peñascales).
Tras la conquista castellana
Con la incorporación del reino de Murcia a la Corona de Castilla, en un proceso que se consolida a finales del siglo XIII, la condición del antiguo hisn musulmán de Ricote cambiaría para convertirse en parte importante del extenso señorío murciano de la orden de Santiago. El rey de Castilla don Sancho IV donaría a esta orden militar toda la comarca de Ricote en 1285, conformándose una gran encomienda que englobaría esta última localidad, Abarán, Blanca, Ojós, Ulea, Villanueva y el Puerto de la Losilla.
Si bien, a grandes rasgos, no parece que la estructura física de la fortificación cambiara demasiado –continuó siendo el lugar de refugio de los habitantes de la vega en caso de peligro–, el castillo de Los Peñascales pasó a convertirse en el símbolo del poder señorial de la poderosa orden santiaguista sobre los territorios circundantes.