Si los habitantes musulmanes se habían establecido hacia el sur del castillo, los cristianos lo hicieron al norte. Aunque se perdieron ciertas condiciones climatológicas beneficiosas para la vida cotidiana, las tierras más fértiles y propicias a la irrigación están situadas en la zona septentrional del cerro, y la llegada de las principales vías de comunicación se producía también por este sector.
Preocupado por la seguridad y defensa de los vecinos es a don Juan Manuel al que se le atribuye el mandato para construir una segunda línea de muralla, que hubo de realizarse entre los finales del siglo XIII y los comienzos del XIV. El nuevo muro se extendía por el llamado paso de la bandera, y discurría por la parte noroeste del cerro. Protegía así a la por entonces pequeña población y reforzaba el sector más débil de la fortaleza.
A comienzos del siglo XV, la pujanza demográfica del núcleo llevó a un desplazamiento del centro urbano hacia las faldas del cerro, en torno a dos áreas que iban a quedar unidas: Santa Bárbara al oeste y un nuevo espacio surgido al este, donde se configuraría la plaza Mayor. Pero fue a finales del siglo XV cuando se produjo la pérdida de la importancia militar que hasta entonces había tenido el castillo de Yecla.
Las causas principales fueron la incorporación del señorío de Villena a la Corona, y la atenuación del peligro fronterizo a causa de la conquista de Granada y la unificación de las casas reales de Aragón y Castilla. Con ello, las zonas urbanas inmediatas a la fortificación, enclavadas en los difíciles riscos del monte, se desplazaron ya decididamente hacia los pies del cerro, dando paso a un asentamiento de la población sobre unos espacios más amplios y de más cómodo acceso. Fue aquí cuando comenzó el progresivo pero inexorable abandono del castillo.