Conquista y cristianización

     Desde el primer momento de la Reconquista en 1243, cuando el príncipe Don Alfonso se hizo cargo del Reino de Murcia en nombre de su padre San Fernando, Molina pasó a pertenecer al infante Don Fernando, hermano del príncipe, lo que conllevaría un intento de cristianizar el castillo y sus territorios. Pero el empeño debió quedar en aguas de borrajas entre otras cosas por la muerte al año siguiente del Infante, y, con más razón, por la sublevación mudéjar en 1264.

     Sin embargo, en la conquista de 1266 sabemos que sí se cristianizó Molina, pues en ese mismo año se documentó al primer rector de la Iglesia de Molina Seca que compareció como testigo en la entrega a censo de una mezquita murciana.

     La iglesia molinense debió ser la mezquita mayor situada sobre la primera muralla mirando su cabecera hacia levante, lugar de la Meca. Contaría con un patio ("shan") para las obligadas abluciones, una nave central y dos laterales con la característica de las columnas que miran a la qibla, pared orientada hacia la Meca, y en el exterior el minarete o almiar desde donde el moecín o almuédano llamaba a la oración.

     El cambio fundamental de mezquita a iglesia consistió en colgar en la qibla un gran lienzo a modo de retablo, pintado con motivos cristianos. La advocación, recién llegados los cristianos, fue a Santa María. Datos posteriores, de 1363 y 1407, siguen hablando de los documentos murcianos de Santa María como patrona de la iglesia molinense.

La Virgen de la Asunción como patrona

     En 1635 aparecen por primera vez los gastos para la fiesta de la Asunción, dato importante porque nos habla de unas aceptables fiestas para la patrona parroquial. En el siglo XVII había ya preocupación por la imagen. Hay datos, en 1659, del gasto de 58 reales para un manto de tafetán dorado.

     La Virgen de la Asunción presidió siempre el altar mayor de la modesta iglesia parroquial situada sobre la vieja mezquita. El inventario de 1716 dice que existía un retablo antiguo con su sagrario en cuyo interior había un copón de plata y disponía de gradas de madera pintada. En medio, la imagen de la Virgen de la Asunción con coronas de plata en Ella y el Niño. En estos años la devoción a la Asunción está en auge, pues se mandó fundir una campana en 1712 llamada Nuestra Señora de la Asunción, que hubo de ser refundida años después.

     El visitador del obispo Belluga ordenó que se alargara la iglesia parroquial un tercio más sobre la plazuela que había delante, a costa de los fondos económicos de la iglesia. Las obras debieron iniciarse en septiembre de 1727 bajo la dirección del alarife Miguel García Valladolid. Pese a esto, se consideró pequeño el templo, y en 1745 se iniciaron los trabajos para un templo nuevo. Y ya en 1760, ante la inminente inauguración del mismo, se manda hacer una nueva imagen de la Virgen de la Asunción –el encargo debió tardar porque en las procesiones y traslados de la inauguración no hay referencias a la imagen–.

     La talla anterior se quedó en el viejo templo. La nueva costó 4.128 reales que se pagaron al escultor Pedro Pérez sobre un modelo de Antonio Gras. También se encargó a Miguel Morete, platero murciano, una corona de estrellas que pesó 17 onzas para lo que se emplearon las coronas antiguas de la Virgen y el Niño que pesaron 15. Las catástrofes del año 1936 hicieron desaparecer retablos e imágenes de Molina, desmantelando el tesoro artístico local. Bernabé Gil Riquelme, artista escultor, recreó las imágenes necesarias, entre ellas la talla de la Virgen de la Asunción.

     Recientemente se ha restaurado dándole sus colores originales y curando su madera –obra que costó a la iglesia 950.000 pesetas y llevó a cabo el jumillano Mariano Spiteri Sánchez–.

Fuentes

DE LOS REYES, Antonio [cronista de la villa]. Ntra. Sra. de la Asunción. Molina de Segura: 1998. Colección PLIEGO, 6.