En las excavaciones realizadas en el año 1984 se hallaron restos de un enterramiento colectivo con ajuar.
Este hallazgo, junto al conocimiento de que en el cerro amesetado situado en sus proximidades se encontraba un asentamiento dio pie para el planteamiento de una actuación arqueológica, en un principio en superficie y más adelante en profundidad..
Fue en el año 1986 cuando se tuvo la primera toma de contacto, realizando una prospección, que dio como resultado la confirmación de la presencia de un poblamiento en la meseta, registrado por la cantidad de fragmentos de cerámica, que lo situaban en un momento calcolítico, y por algunos restos de piedra tallada.
El problema fue que la capa superficial se perdió por los trabajos de repoblación que se habían realizado. Aún así se propuso la excavación de la zona que se realizó al año siguiente tras saber de actuaciones clandestinas por el lugar.
En los dos años sucesivos se realizaron otras dos intervenciones arqueológicas que arrojaron nuevos datos sobre este importante hábitat.
El poblado, que en superficie fue arrasado por la actuación de las máquinas para la repoblación de árboles; todavía ofreció bastante restos arqueológicos e incluso se han podido localizar varios agujeros de poste para cabañas, junto con hogares y zonas de trabajo de silex que en su conjunto ofrecían la distribución del hábitat del cabezo.