El período de dominación islámica supone un cambio radical en la configuración del carácter fortificado del cerro, de su urbanismo y necesidades de habitabilidad, entre las que destacan las estructuras de almacenamiento de agua y la red de canalización de la misma, posibilitando la implantación de espacios urbanos, adaptados a la topografía, fundamentalmente mediante aterrazamientos o muros de contención.
En el siglo X, ya asentado el califato en Córdoba, y en una época de florecimiento cultural, económico y político, Lorca experimentó un notable crecimiento demográfico.
Esta población se trasladó sobretodo a la ladera del cerro del Castillo, quedando este reservado probablemente para edificios de carácter administrativo y militar.
Durante el siglo XII continua el crecimiento demográfico de la población lorquina y que comienza a ocupar nuevamente la cima del cerro. Es un momento de inestabilidad política, por lo que se refuerza el sistema defensivo del Castillo, levantándose nuevas murallas.
Tras la conquista castellana, la alcazaba islámica queda desmantelada, realizándose numerosas construcciones de nueva planta que reutilizaban parte la topografía artificial que habían conseguido construir los árabes, desarrollando una nueva trama urbana, que ampliaban los espacios anteriores.