La reconstrucción de esta parte de la muralla es más difícil debido a su peor conservación. Para ello hay que basarse en las excavaciones arqueológicas que se han realizado sistemáticamente en la ciudad desde 1991 y en las fuentes escritas de antiguos eruditos.
La muralla de la ciudad unía con la muralla del castillo cerca de la Puerta del Pescado, desde ahí bajaría salvando el fuerte desnivel del cerro hasta el torreón de San Juan y desde aquí hasta la ribera de San Miguel. Desde aquí seguiría hasta la calle rambla, en la que se conserva un tramo que une con el Porche de San Antonio. La muralla continúa por las calles Cava y Zapatería, en esta zona queda incluida dentro de las casas, un proceso que ya se inicia en el siglo XVII y que tiene su mayor ejemplo en la torre Rojano.
Esta muralla está construida con cajones de tapial a modo de nuestro actual hormigón. La cimentación varía según la zona sobre la que se levante: se puede situar directamente sobre la roca, sobre una zanja de cimentación cuando el terreno es blando o sobre una zarpa para nivelar el terreno.
Los restos murarios conservados van desde los 3 a los 10 metros según la zona. La distancia entre torre y torre varía según la zona, así, en las zonas escarpadas de la ladera, la longitud de los lienzos de muro es inferior a la de las zonas del llano cercanas al río Guadalentín, debido a que aquí no cuentan con elementos naturales que faciliten la defensa. Los tramos de lienzo más cortos, inferiores a los 10 metros, eran en los que se situaban las puertas de acceso y salida a la medina.