El asentamiento se encuentra sobre una terraza del río Turrilla, asegurándose con esta cercanía al río, el fácil y seguro abastecimiento de agua, por otra parte necesario para la supervivencia del grupo.
La superficie en la que se encuentra, junto a la altura (570 metros), han propiciado una fuerte erosión de los restos, por lo que su perímetro varía constantemente.
No se han detectado restos de estructuras de piedras ni signos de fortificación, aunque habría que tener en cuenta la fuerte erosión que ha sufrido el poblado y que ya hemos citado. Pero sí que han aparecido restos de adobe con restos de improntas vegetales que quizás indiquen un hábitat de chozas fabricadas con materiales endebles y perecederos.
Las chozas tendrían una base oval o circular con zócalo de piedra, alzado de tapial y techo sujeto con vigas de madera y cubierta de elementos vegetales, tal y como sucede en lo poblados argáricos, en los que la planta ovalada alterna con la poligonal o cuadrada.
El poblado basó su actividad económica en la explotación de los recursos cinegéticos que la zona le proporcionó, además de en la explotación agrícola y ganadería, como atestiguan los restos materiales encontrados.